Para vivir verdaderamente es necesario renacer, para renacer es imprescindible "morir" y para "morir" es imprescindible DESPERTAR". G.I. Gurdjieff

domingo, 2 de mayo de 2010

EL ORIGEN DEL DIA DE LA MADRE


Las primeras celebraciones por el Día de la Madre, se sitúan en la Grecia Antigua, 250 años antes de Xto., en la festividad en honor a Rhea, Diosa Madre Primigenia (cuyo nombre hace referencia al flujo menstrual o al líquido amniótico), es la madre de los dioses Zeus, Poseidon y Hades, siendo además un símbolo lunar.
Según la Encyclopædia Britannica: "Una fiesta derivada de la costumbre de adorar a la madre en la antigua Grecia. La adoración formal a la madre, con ceremonias a Cibeles, o Rea, la Gran Madre de los Dioses, se ejecutaba en los idus de marzo por toda Asia Menor"
Los romanos adquirieron esta celebración griega y la denominaron La Hilaria, cuya festividad era el 15 de marzo en el templo de Cibeles y durante tres días se hacían ofrendas.
Los primeros cristianos transformaron estas celebraciones en honor a la Virgen María, la madre de Jesús. En el santoral católico el 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción, en algunas países todavía perdura como el Día de la Madre.
En Inglaterra hacia el siglo XVII, tenía lugar un acontecimiento similar, también a la Virgen, que se denominaba Domingo de las Madres. Los niños asistían a misa y regresaban a sus hogares con regalos para sus madres.
En 1872, Julia Ward Howe, autora del “Himno de batalla de la República”, sugirió que esa fecha fuese dedicada como el Día de Madres por la Paz.
Posteriormente, Ana Jarvis, quien en 1905 sufrió la pérdida de su madre, inició una campaña de envío de cartas a políticos, abogados, y a personas influyentes solicitando que el segundo Domingo de Mayo se consagrara a las Madres.
. Se tiene noticias de que el 10 de Mayo de 1908 se celebró la primera ceremonia no oficial para conmemorar a las madres en una iglesia metodista de Grafton contando con 407 madres y sus respectivas familias.
En 1910 ya se realizaba esta celebración en muchos de los estados. En 1912 logró la creación de la “Asociación Internacional Día de la Madre” con la finalidad de promover su iniciativa. Y no fue sino hasta el año 1914, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó la fecha como el Día de la Madre y la declaró como una fiesta nacional, lo cual contó con el apoyo del Presidente Woodrow Wilson.
Desafortunadamente pronto se comenzó a mercantilizar el “Día de las Madres” desvirtuando el origen de la celebración, lo que motivó a Ana presentar una demanda en el año 1923 con la intención de eliminar esa fecha del calendario de festividades oficiales. Sin embargo, las personas que le habían apoyado en su primera iniciativa, le dieron la espalda en esta ocasión.
La idea principal de Anna Javis era fortalecer los lazos familiares y el respeto por los padres. Un sueño realizado. Pero con el tiempo, la celebración fue perdiendo el sentido para ella. La popularidad de la fiesta hizo con que la fecha se convirtiera en un día lucrativo para comerciantes, principalmente para los que vendían claveles blancos, la flor que simboliza a la maternidad.
Anna Javis, que pasó prácticamente toda su vida luchando para que las personas reconociesen la importancia y el valor de las madres, entró con un proceso para anular el Día de la Madre, pero no tuvo éxito. "No crié el día de la madre para tener lucro", dijo furiosa a un reportero, en 1923, Se murió en 1948, a los 84 años de edad. Recibió tarjetas conmemorativas de todo el mundo durante años, pero no llegó a sentir lo que era ser Madre.

1 comentario:

  1. De Salvador Reda:

    De los recuerdos de tu herencia triste,
    solo conservo, oh madre!, tu rosario,
    sus cuentas me parecen el calvario
    que en tu vida de penas recorriste.

    Donde los dedos al rezar pusiste,
    como quien reza a Dios ante el santuario,
    en mis horas de enfermo solitario
    voy poniendo los besos que me diste.

    Sus cristales prismaticos y oscuros,
    collar de cuentas, y de besos puros,
    me forman al dormir, circulo bello.

    Y de mi humilde lecho entre el abrigo
    me parece que duermes tu conmigo
    con los brazos, echados a mi cuello.

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