En España estamos acostumbrados a que la Semana Santa, nos evoca dolor, “huele a sangre” y la atención se recrea en el martirio, en el dolor de Cristo que sufre para la redención de la Humanidad.
-Mira como sufro por ti, por culpa de tus transgresiones-, sería el mensaje que parece transmitirse a lo largo de la semana, es el cultivo del sentimiento de culpa, una de las características más propias de la tradición católica, con las calles llenándose de carrozas con estatuas que nos narran una película centrada en la tortura de Cristo previa a su muerte. Una espiritualidad morbosa que solamente el catolicismo occidental recrea.
Pienso que la tradición tenebrista del catolicismo romano, le arrebata a la Semana Santa el mensaje de vida que debiera de ser el protagonista. El cristianismo de las iglesias reformadas no se regodea en ese aspecto sangriento de los acontecimientos que se narran.
Estamos en primavera, en navidad se nos anunció la luz que vendrá y que aun no veíamos, y esta se nos manifiesta en Semana Santa, la luz ya se percibe con intensidad, aunque aún estamos lejos del Pentecostés.
Tal y como lo entiendo, todo comienza con un drama cosmológico, con la separación del hombre de Dios y con ello la ruptura de su nexo con la fuente de la vida y el encuentro con la muerte, comienza el tiempo y el ser humano pierde la consciencia de su naturaleza divina y queda separado del resto de los mundos, invisibles para el ser humano.
La recuperación de esa consciencia, requiere un proceso de conversión por parte del ser humano, y de un acto de reintegración; de restauración, por parte de Dios.
A lo largo de los doce meses del año, el creyente recorre un sendero iniciático de conversión y renacimiento. El ser humano vive enajenado de sí mismo, la vida que vive está sometida a la finitud, de modo que vida es en realidad un estado agónico y enfermizo, solo en la inmortalidad está la vida.
Y es entonces cuando tiene sentido la frase del libro de Mateo, ”quien pierda la vida por mí, la hallará” , pues uno comienza a encontrar el sendero de la vida, cuando se percata de que su existencia no es vida sino muerte.
El sentido de la existencia para un creyente entonces, es el entronque con la Eternidad. Y ese entronque o recuperación de la consciencia de si mismo como ser eterno, pasa necesariamente por la propia renuncia a su vida, pero entendiendo la vida como la renuncia a considerar que la existencia ordinaria es vida.
Pasar del encuentro con la muerte, el acontecimiento que queda señalado con Adán y Eva, a la reintegración a la vida, a la eternidad y el fin de la muerte, que queda narrado en el sacrificio de Cristo, el último sacrificio conmemorativo de la promesa de reintegración.
Con la Resurrección de Cristo, el ser humano queda ligado a Dios y reintegrado a la Eternidad.
En el Icono oriental de la resurrección de Cristo, éste baja a los infiernos, al mundo de los muertos, para tomar de la mano a Adán y a Eva y de este modo, la vida vuelve a tomar contacto con los primeros padres y estos recuperan su inmortalidad, y a partir de ellos el resto de los humanos se reintegra también a la eternidad. La muerte ha sido dejada atrás y el mundo de los muertos es un mundo de vida.
Prefiero centrar mi atención durante Semana Santa no en la muerte de Cristo, sino en su Resurrección, pues la Resurrección de Cristo es el renacimiento del creyente a una nueva consciencia si mismo, ligada a lo eterno.
La primera Luna Llena de primavera señala el inicio de la Semana Santa en Occidente. Y por supuesto no quiero saber nada de “la Pasión”, un regodeo sádico e innecesario en el dolor, que no aporta nada espiritualmente.
Vivimos en una sociedad culturalmente cristiana, aunque la inmensa mayoría de la gente, incluso muchos que se consideran cristianos no lo sean “de hecho”.
El año para el cristianismo está dividido en etapas, y cada una de ellas tiene un sentido concreto, que un creyente practicante conoce.
Pero en este momento a mi me interesa más una visión esotérica o simbólica de un acontecimiento cristiano, pero que es cristiano y universal, considerando las fechas en las que está ubicado.
En el Solsticio de verano, el cristianismo establece el nacimiento de Juan el Bautista, que precede a Cristo. En el Solsticio de Invierno, se celebra el nacimiento de Cristo, y simboliza la esperanza en la victoria de la luz sobre la oscuridad. ¿Y por qué esperanza? Porque la oscuridad aun predomina, pero a partir de ese momento ya la luz comienza a ser cada vez mayor. Como el lucero de la aurora, que anuncia la llegada del día y la victoria del Sol en su ciclo diario, Cristo es así asimilado al lucero de la mañana, a Lucifer. Antes de que la palabra Lucifer se transformara erróneamente en uno de los nombres del Diablo.
Cristo en Navidad, desde un punto de vista esotérico, es el portador de la luz. En el equinoccio de primavera, es cuando realmente el Sol aparece victorioso y las sombras ya se disipan.
A la Semana Santa le encuentro cierta similitud con el sentido simbólico del tercer grado masónico, aunque por supuesto, llevando el evento cristiano a un sentido esotérico más profundo y tradicional.
La Semana Santa puede entenderse como proceso iniciático de masas, con un sentido espiritual exotérico y otro más esotérico.
El cristianismo ha dividido el año en una serie de etapas que componen en año litúrgico, existen diferencias con el cristianismo ortodoxo, pero me voy a ceñir al mundo occidental.
Es curioso observar como los grandes eventos van siempre precedidos de un tiempo previo.
Así el Adviento es un tiempo previo a Navidad; la Cuaresma es un tiempo previo a la Semana Santa; María es avisada de que será la madre de Cristo; San Juan Bautista precede a Cristo, etc.
Los grandes eventos siempre aparecen precedidos con un tiempo previo de Advertencia o de preparación.
Cada gran evento dentro del año litúrgico está relacionado con el anterior y forman entre todos una unidad, un discurso simbólico fragmentado a lo largo del año.
De modo que el año litúrgico cristiano se convierte en un sistema iniciático exoterizado pero no manifestado. Accesible pero velado, oculto a la vista de todos.
Una iniciación, como su propio nombre indica, es una introducción simbólica que intenta afectar al ánimo del iniciando transmitiéndole una información velada por la alegoría.
La iniciación y aquí es en donde se produce quizá lo más original del cristianismo, es un evento que se desarrolla dentro de una comunidad, es una comunidad humana ligada a una tradición, la que transmite a través de una ceremonia de ruptura, la información que el nuevo miembro de esa comunidad va a necesitar para progresar en aquello que da sentido a la comunidad.
Lo original del cristianismo, es que no existe una ceremonia específica de iniciación, pero la información iniciática está presente y transmitida en los distintos eventos de su propia tradición.
El cristianismo y su enseñanza esotérica, es así una tradición iniciática exoterizada.
La Semana Santa puede coincidir en fechas con tradiciones paganas, pero solo coincide en las fechas y debido al simbolismo equinoccial, mas posee su propia singularidad que se entiende mejor cuando no la consideramos un evento aislado dentro de los doce meses del año.
Las Anunciaciones establecen nexos entre los distintos acontecimientos, la Anunciación a María establece una conexión con la Navidad, como el inicio del fin de la separación entre Dios y el hombre, la restauración de la ruptura cósmica.
En Navidad tenemos la anunciación de la próxima victoria de la Luz, nos anticipa, nos prepara, nos predispone para el encuentro.
Pero la Luz es aun una llama débil sin fuerza, y sin embargo desea crecer y se pone en marcha. Es una llamada a la acción, para poner en marcha el acto de voluntad de cara a ese encuentro por parte de la humanidad, que se inicia por parte de Dios cuando éste anuncia a María que ella será su instrumento de restauración.
De modo que en Navidad, ambas voluntades se ponen en acción para reconstituir lo separado, y ese restablecimiento se lleva cabo a través del Espíritu Santo o forma de manifestación de Dios y el ser humano a partir de la entrada en la historia de Cristo. Es el momento en que se esboza la Trinidad.
Desde una perspectiva iniciática, es el momento en el que la persona manifiesta su voluntad de acceder a los Misterios. Es la voluntad puesta en acción.
Entre Navidad y Semana Santa hay un periodo ordinario que conduce a otro evento, la Cuaresma, un tiempo de conversión.
Es el momento de leer y reflexionar acerca de la lectura del Hijo Prodigo, que narra el reencuentro entre Dios y el hombre.
Esta historia es una historia de conversión, la voluntad toma consciencia de su situación y pone en macha su voluntad de restablecer el drama cósmico de la separación entre él y Dios.
En esta etapa, “lo vertical” o la influencia de lo divino que desciende y asciende está separada del plano “horizontal” o mundo denso en el que el ser humano habita y se desenvuelve. Ambos mundos o planos están separados.
Hay un dicho que quizá ya lo conozcáis y que viene a decir lo siguiente: El Símbolo se muestra pero no se explica.
Y no porque el objeto simbólico carezca de un sentido concreto, sino porque ese sentido debe de ser descubierto a través del esfuerzo del iniciado.
Lo que quiere decir, que el sentido se manifiesta según la capacidad de comprensión del iniciado, sus bases previas, sus inquietudes, etc.
Esto me recuerda el pasaje bíblico en el que Cristo, a la pregunta de sus discípulos acerca del porqué a las gentes le hablaba en parábolas, Cristo contesta que para que oyendo no entiendan.
Y sin embargo, nos acostumbramos a la expresión de “quien tenga oídos para oír que entienda”
13:9 El que tiene oídos para oír, oiga.
13:10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
13:11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
13:12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13:13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.13:14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. <
13:15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane.
"A quien tiene” se le dará. Esta pequeña frase tiene un sentido claramente iniciático, quien esté en condiciones de comprender comprenderá, y quien no…pues no. Y es que existe un aforismo hermético, que dice que cuando el alumno está preparado aparece el maestro.
Un maestro que no necesariamente es una persona. Es decir, que la enseñanza aparece y se percibe cuando se está preparado para comprenderla y no antes.
La frase de Cristo dice que a quien no tiene se le será quitado, y tiene sentido si consideramos que quien no está en condiciones de saber, entrará en el error si considera que ha comprendido la enseñanza.
Y se alejará de su sentido como quien se equivoca de carril en una carretera y se va alejando de su destino final. Vayamos al Evangelio llamado “gnóstico” de Tomás, y veremos una visión más mistérica del mensaje cristiano, en donde el requisito de estar en condiciones de comprender, es algo a lo que se alude constantemente.
Es una de las características de cualquier sistema iniciático, no su carácter elitista, pues el elitismo es la selección de un grupo concreto de gente; aunque sea simplificar mucho la definición, el elitismo es aristocrático, es crear un grupo selecto y privilegiado.
Mientras que el método iniciático es universal, abierto a todo el mundo que lo pueda entender o sentirse llamado a él por alguna afinidad que le hace suponer que en él encontrará lo que en su “ser interno” anhela. Una cuestión de afinidad.
Digamos que los apóstoles de Cristo, el grupo de doce privilegiados forman parte de una élite pero no el resto, que serían seguidores por afinidad, por encontrar sentido en su discurso.
10:3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
10:4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. (Libro de Juan, Nuevo Testamento)
El método iniciático de este modo, busca a aquellos que sean capaces comprender sin precisar explicación. Los libros que componen el Nuevo Testamento está lleno de alusiones a la función selectiva del mensaje espiritual.
Sencillo para los sencillos y complejo para aquellos que quieren profundizar. Pongamos este fragmento del libro de Marcos del N.T.
10:17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
10:18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
10:19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
10:20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
10:21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
10:22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
10:23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Este fragmento del N.T. se interpreta como las dificultades del apego a las cosas materiales a la hora de desarrollar una vivencia espiritual trascendente. Y es cierto, el “apego” es un obstáculo y sin embargo tiene un sentido desde el punto de vista iniciático que hay considerar.
Esta persona no tenía necesidad de nada más para proyectar su consciencia hacia Dios, sin embargo quería profundizar en el Misterio que Dios implica. Esa profundización requiere de una renuncia a los conceptos sencillos y tradicionales, útiles, correctos, pero que no permiten el acceso al conocimiento a través de la vía esotérica.
Ese conocimiento se alcanza a través de la muerte iniciática y tampoco es una garantía de obtenerlo.
“…Por iniciación se entiende generalmente un conjunto de ritos y enseñanzas orales que tienen como finalidad la modificación radical de la condición religiosa y social del sujeto iniciado.
Filosóficamente hablando, la iniciación equivale a una mutación ontológica del régimen existencial. Al final de las pruebas, goza el neófito de una vida totalmente diferente de la anterior a la iniciación…” (Iniciaciones Místicas de Mircea Eliade)
Por eso el personaje rico del texto evangélico citado arriba, ha de renunciar a lo que tiene, porque lo que tiene es un “no tener”. El fragmento de Marcos 10:17-23, hablando en términos iniciáticos no alude a posesiones materiales, sino a ideas, conceptos, creencias…
El ser humano ha buscado de múltiples formas resolver el drama de la separación entre él y el universo del que intuye forma parte.
Las Iglesias Cristianas celebran un holocausto para la redención del ser humano y resolver el problema que mantiene al ser humano separado de Dios. En clave judía es el último cordero sacrificado, y con ello el conflicto está resuelto.
Cristo es el hombre que se transforma en el hombre primordial o nuevo Adán. El creyente puede usar a Cristo como Maestro de su propia iniciación, y la muerte de Cristo y resurrección señala el momento en que resuelto el conflicto, el hombre se une Dios en unidad.
Cristo hace un papel similar al de un Psicopompo, guiando al neófito en un impulso de transformación, que extraiga del inconsciente a partir de una experiencia de muerte simbólica interiorización e identificación de la consciencia espiritual, identificada con los elementos arquetípicos de la espiritualidad trascendente, para un renacimiento ya no simbólico sino real.
La creencia en la resurrección de Cristo, hace que esta resurrección sea real si quien renace con él lo hace realmente en este sentido que he mencionado.
Porque de idéntica forma que ocurre en el tercer grado de la masonería, Hiram es quien canaliza, quien acompaña al masón en su proceso de muerte y resurrección.
El creyente cristiano tiene la oportunidad de transformarse en Cristo, el hombre perfecto, regresando al entorno del que partió antes de nacer. Poniendo su esperanza en el Reino de Dios, que podría considerarse como el regreso a la Edad Dorada, sin que requiera el establecimiento de ese reino en la Tierra, tal y como los judíos lo esperaban.
El Reino de Dios o Edad de Oro, queda unido al ser humano que se transforma en el hombre primordial. Y así, el mundo celestial y mundo terrenal, se unen a través de la transformación de la consciencia humana.
El plano vertical se une al horizontal transversalmente y lo que fue separado es así unido.
La Cruz une a la humanidad al eje del universo, (1) y la figura humana anclada a la cruz, eleva esa unión a la parte más elevada de ese eje.
77. Dijo Jesús: «Yo soy la luz que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí me encontraréis» (Evangelio Gnóstico de Tomás)
(1) Buscar la simbología del árbol de universo.
Fuente Texto: Autor: Vicente Rocamora Blog: Taberna del Ganso
Imagen: Xto Resucitado de Utrera (Sevilla)
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