En un
momento de crisis como el actual, cuando repuntan los fanatismos religiosos y
hay quienes pretenden polarizar la sociedad con discursos populistas, la
Masonería trabaja, como siempre ha hecho, por reunir y no separar, por sumar
voluntades para crear espacios de convivencia y progreso iluminados por los
ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, por la Justicia y la Verdad,
enfrentando cualquier forma de tiranía. Muchos masones han muerto o sufrido
torturas y cárceles bajo las dictaduras.
Muchos
masones aún sufren persecución, en diferentes partes del mundo, por defender la
Libertad del individuo y la Fraternidad
entre los hombres. Y es que los totalitarismos siempre han visto en la Masonería
a un gran enemigo. No porque la Masonería tenga poder o influencia, que créanme que no lo tiene; sólo porque defienden aquello que
nadie puede robarnos: los valores universales que hacen progresar las
sociedades.
Pero este esfuerzo constante y
diario puede que le haya pasado desapercibido. Que nunca haya leído o escuchado:
“la Masonería ha hecho esto o aquello”. Es normal, el trabajo de la Masonería
es discreto. No puede ser de otra forma. Si no existiese la discreción,
engordaríamos los egos, y los valores y tradiciones ancestrales de las que
somos custodios se desvirtuarían. Además, la Masonería, y en esto se diferencia
de cualquier otra organización, no se ocupa de ninguno de los fines concretos
de los que pueden ocuparse otras instituciones políticas, económicas o
sociales; se dedica, en exclusiva, al perfeccionamiento moral de sus miembros.
La Masonería, consciente que
cualquier cambio real en la sociedad, comienza cambiando uno mismo, trabaja por
desarrollar una masa crítica que recupere los valores e ideales que jamás se
debieron perder. Por eso, la aportación masónica a la sociedad está donde
siempre ha estado: en el compromiso de cada buen masón por construir una
sociedad más justa y fraterna, donde sólo se premie la virtud y el mérito.
Quizás, por esta peculiar forma de hacer las cosas que tiene la Masonería, haya
llegado el momento en el que los masones debamos dar un paso al frente y
reconocer nuestra condición masónica desde la normalidad de un país plural y
libre. Pero, sobre todo, más allá de las etiquetas, esforzándonos en ser
ejemplos de honestidad, trabajo y compromiso, implacables contra la injusticia
y un constante apoyo de los débiles y quienes sufren. No
siempre lo conseguimos, porque somos humanos y nos equivocamos constantemente,
pero créanme, todos y cada uno de los masones que conozco (y conozco a unos
cuantos) nos esforzamos cada día en ser “la mejor versión de nosotros mismos”.
No podemos
aspirar a más. Pero tampoco debemos aspirar a menos.
Gustavo José
Pérez Rosas
Venerable Maestro de la R. L. Ágora 121
Venerable Maestro de la R. L. Ágora 121
Fuente:http://www.almeria24h.com/noticia.php?noticia=30951
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